El Arte y el Vino se disfrutan entrando de lleno en ellos. Pasear por el arte de Matisse y degustar un vino de Fermoselle Villa del Vino embellecen nuestros cinco sentidos, pero ¿es realmente el arte de la pintura un buen medio para conocer las identidades, curiosidades y simbología del mundo vinícola? Sigue leyendo y lo descubriremos juntos En esta entrada nos introduciremos en cuatro obras de arte que tienen como protagonista el elixir de los dioses.
Baco de Caravaggio
El primer cuadro que analizaremos es Baco de Caravaggio, pintado hacia 1596 y que hoy se encuentra en la galería florentina de los Uffici.
Baco es el dios romano del vino y de la danza, por lo que siempre suele estar acompañado de una copa de vino y un racimo de uvas. Era uno de los dioses más queridos y su figura se alinea con el delirio y el desenfreno, pues el objetivo de Baco era liberar a los humanos de la preocupación y la ansiedad, a través de la música. Se suele representar como un hombre joven y atractivo. Las fiestas en su honor se denominan Bacanales y en ellas se bailaba y bebía vino alegremente.
El cuadro se interpreta como una especie de representación teatral. El vino y las frutas, así como el propio Baco, alude a ser una alegoría de los placeres y los sentidos, pero se advierte la caducidad de algunas uvas, para que el espectador reflexione sobre la fugacidad de esos mismos placeres. Además, el Dios nos está mirando directamente y ofreciéndonos la copa de vino, para invitarnos a esa reflexión filosófica.
Los Borrachos o el triunfo de Baco de Velázquez
Siguiendo al dios del vino a través del arte, nos encontramos con la segunda de las pinturas a comentar: Los borrachos, o el triunfo de Baco de Velázquez, del año 1629, que se encuentra en el Museo del Prado de Madrid.
La pintura nos muestra a Baco, desnudo, acompañado por un mancebo, desnudo también, que alza una copa de vino y corona con hojas de vid a un bebedor; rodeándoles, otro coronado ya, cuatro que esperan serlo y uno que se acerca al alegre grupo.
Velázquez pintó este cuadro «para el servicio del Rey» y, a partir de 1636, se sabe que colgaba en el dormitorio de Felipe IV, en su cuarto de verano. Los borrachos es el nombre que le puso el pueblo de Madrid cuando se llevó al Museo Real.
La pintura es una muestra de la actitud burlesca de los españoles hacia el mito clásico. Pero también podría encarnar una alegoría política, derivada del hecho de que Baco fue considerado por numerosos autores contemporáneos, como el padre Mariana, fundador de la monarquía española, o la alegoría de la coronación de un poeta, ya que, Baco era protector de la poesía lírica, que coronaba a sus seguidores con hiedra, como en el cuadro. También se podría ver Los borrachos como un símbolo de la protección dispensada por la Corona española a la creación artística.
El vino siempre ha estado ligado a las figuras mitológicas, como bien vemos en el caso de Baco, pero no menos importante es su relación con el cristianismo, ya que esta religión lo relaciona con la sangre de Cristo. Bajo esta mirada, encontramos cientos de cuadros sobre el momento de “la última cena”, una escena plasmada durante siglos, que muestra a Jesús ofreciendo el vino y enseñando lo que posteriormente será la liturgia católica, a sus discípulos.
La Última Cena de Juan de Juanes
En este caso, hablaremos de La Última Cena del pintor renacentista Juan de Juanes, quien creó la obra entre 1555 y 1562, y que hoy en día también podemos admirar en el Museo del Prado.
Juan de Juanes crea una obra en la que el espacio y la locuaz expresividad de los apóstoles marca la diferencia para con otras pinturas del tema. La escena se centra en torno a Jesús, que tiene una expresión serena y triunfante, mientras consagra la sagrada hostia y bendice el vino, en el cáliz, que tiene sobre la mesa. Este cáliz reproduce el que se guarda en la catedral de Valencia, que algunos reconocen como el verdadero usado por Jesucristo antes de su Pasión.
La jarra y la jofaina delante de la mesa nos recuerdan a la escena del Lavatorio de pies. Además, todos los Apóstoles tienen su nombre en el nimbo excepto Judas, que además viste de amarillo (color simbólico de la envidia) y oculta la bolsa de las 30 monedas.
Con tan sólo esta escena, que tiene como protagonista al vino, los pintores, y en este caso Juan de Juanes, nos hace un recorrido y nos cuenta un relato completo de la Pasión de Jesús.
Dama bebiendo con un caballero de Vermeer
Pero, sin duda, el arte y el vino que más relación tienen se encuentra en los momentos momentos de placer. El vino se disfruta en solitario o con compañía y está ligado al elixir del goce y el deleite. Esto es lo que encontramos en la última obra de esta entrada: Dama bebiendo con un caballero, pintado por el holandés Vermeer en 1660, y que hoy podemos encontrar en la Gemäldegalerie de Berlín.
Vermeer es famoso por sus pinturas sobre costumbres cotidianas y, en este caso, nos deleita con una imagen que, pareciendo una fotografía de un momento habitual en el día a día, nos muestra la seducción, entre dos jóvenes, mediante el vino. Eso sí, pese a que relaciona el placer y la atracción al ritual de beber vino, no olvida moralizar con el símbolo de La Templanza en la ventana, ya que previene a los bebedores de dejarse llevar por los sentimientos y el encanto.
La mujer está sentada en la derecha del cuadro vistiendo un traje rojo de gala de la época. El hombre se encuentra a su lado, con un gran sombrero y una capa, mientras sirve vino desde una jarra, en actitud de conquista, sugiriendo el poder del vino como arma de seducción. La jarra y el vino se convierten en el centro de la escena, y mientras la mujer bebe y el hombre mira con agrado, puesto que todo el vino es para ella, como último recurso de conquistarla, ya que la poesía y la música no han sido suficientes, como podemos comprobar por los documentos de la mesa (una cítara y una partitura)
Este tipo de escenas, además, reflejan la prosperidad de la época en Holanda. Las casas se hacen más cómodas y opulentas: suelos con baldosas pintadas, cuadros y vidrieras.
En conclusión, el mundo del vino se encuentra presente en todas las Artes, en especial, en la Pintura y nos trasporta a otras épocas y culturas en las que el vino tenía simbologías muy especiales. Desde la Ruta de las Bodegas te invitamos a conocer Fermoselle Villa del Vino y experimentar tu propio Momento Único.