Fermoselle Villa del Vino: Ruta por las Bodegas históricas
Momentos Únicos
Rincón del Castillo
La bodega Rincón del Castillo es una de las bodegas más profundas de nuestra ruta, superando con creces la media de todo el municipio. Este conjunto de tres bodegas excavadas en capas de gneis y granito es un maravilloso ejempo de cómo algunas estancias se mantienen vírgenes y otras con arcos de refuerzo, siendo los dos espacios completamente diáfanos.
La Botica
La bodega La Botica nos muestra el duro y riguroso trabajo que realizaron nuestros antepasados dentro de estas cuevas, excavadas a pico en su inmensa mayoría. Dado que el espacio se encuentra vacío, la fisonomía nos desvela su función como bodega, mostrándonos la zarcera por donde entraba la uva, en qué lugar se pisaba esta y bajo qué bóvedas almacenaban las cubas de madera el vino fermosellano.
El Bodegón del España
Entre la historia y la leyenda encontramos un camino lleno de misterio que nos permite vivir una experiencia única en las bodegas subterráneas. Parte de ese camino pertenece a la época en que la villa se vio habitada por una comunidad de judíos que durante un amplio periodo se fueron convirtiendo al cristianismo. Entre los vestigios que se están investigando se encuentran los “posibles” mikvé: pozos de siete peldaños que utilizarían tanto hombres como mujeres con fines purificadores. El Bodegón del España nos permite ver uno de esos posibles baños de purificación hallados en bodegas.
El Pulijón
La bodega del Pulijón nace en los años 70 en Basauri (Bilbao) a manos de un grupo de emigrantes fermosellanos. Gracias al incansable trabajo y amor a su pueblo, esta peña ha convertido las cuatro bodegas que la conforman más el txoko en un verdadero museo, donde podemos ver todo tipo de utensilios agrícolas y paneles informativos. Eso sí, es completamente recomendable visitarla en las fiestas de Fermoselle, así podrás vivir el significado de su nombre, probar la limonada y comer los típicos chochos (altramuces), todo ello amenizado por los grupos de folklore de Fermoselle.
El Candil
Situada en una zona completamente excavada e interconectada, la bodega El Candil contiene una conexión fascinante y recientemente descubierta, un túnel que se abomba en el centro. Estos túneles eran muy concurridos en tiempos de contrabando para pasar la mercancía entre las distintas bodegas y almacenarlas en lugares seguros.
Bodega del Señor Ángel
La puerta de acceso a esta bodega nos traslada sesenta años al pasado en una décima de segundo. El día que se cerró la puerta por última vez, pertenece al último año que las cubas del interior estuvieron en uso, allá por finales de los años cincuenta aproximadamente. Es un privilegio poder contar con elementos como albañales, aljibe, cubas y baños, estos dos últimos de madera y de hormigón, que llevan tantas décadas sin ver la luz de los candiles. Ese silencio y humedad propio de un lugar abandonado se vuelve más místico y recóndito gracias a la fisionomía del espacio: un túnel convertido en bodega.
Bodega Angelita
Por primera vez entramos a una bodega al mismo nivel de la calle, sin embargo, nos vamos metiendo bajo grandes cantidades de piedra. Al ir pasando hacia el fondo, el insólito espacio va creciendo hasta el punto de encontrarnos bajo arcos que se superponen, creando un fascinante conjunto arquitectónico. A esto hay que sumarle sus grandes cubas y sus distintos métodos de elaboración de vino.
El Rincón de los Barrancos
La bodega Rincón de los Barrancos es una muestra ideal de cómo una bodega-museo respeta toda la tradición sin alteraciones escandalosas. Es una mezcla de naturaleza -por sus maravillosos aljibes-, de cultura del vino -por la gran cantidad de utensilios expuestos- y de chateo; la mezcla perfecta para recuperar el pasado sin modificarlo, de tal manera que para disfrutar de las reuniones de familiares y amigos esté presente siempre la tradición.
Bodega Carmina
Las bodegas en ocasiones pueden ser un entresijo de estancias que le dan un toque mágico a la arquitectura. Caminando por este pequeño laberinto se nos presentan tres antiguas bodegas que en algún momento de su historia se han unido y en ellas vemos hoy la combinación ideal entre lagar activo y merendero, pues sus propietarios siguen elaborando vino casero y reuniéndose a chatear con familia y amigos. Ha sido rehabilitada recientemente, pero con un gran acierto arquitectónico que no altera el aspecto tradicional de manera alguna.
Romanorum
Adentrándonos en otra estructura histórica bajo el suelo fermosellano nos encontramos de frente con referencias a la Hispania del siglo II a.C; no estamos bajo arcos y bovedas de dicha fecha, sino que la historia se intenta reflejar en forma líquida. El vino Romanorum hace referencia a Viriato, el líder lusitano que hizo frente a la expansión de Roma en Hispania y hoy le da nombre al vino por el apelativo que los romanos le dieron en aquel entonces: Terror Romanorum.
Bodega Vicente
La bodega Vicente se encuentra en el “Terradillo” y consta de 3 estancias a distintas alturas en las que se hace un viaje por el tiempo. Desde sus techumbres graníticas con un mikvé de 7 peldaños, pasando por las excavaciones de gneis y bajando más de 6 metros con respecto al nivel de la calle, es una bodega fascinante para conocer la historia vinícola de Fermoselle.
Bodega Julio
También llamada “la Catedral” ya que cuenta con unas bóvedas matemáticamente perfectas excavadas en gneis. Su eco es inconfundible, sus pasadizos, puertas escondidas y galerías hacen de ella una de las bodegas más espectaculares del municipio. Su última sala se conoce como “Sala de los Secretos”, cumpliendo la misma función que su homónima del Monasterio de El Escorial, en la que puedes oír los susurros desde paredes opuestas.
Bodega Pastrana
Bodega fechada en 1760, con una techumbre llena de arcos de medio punto y una zona anterior excavada en gneis. Actualmente, la bodega se ha acondicionado para la producción de vino, manteniendo la forma original del siglo XVIII.